El análisis del camino hacia el colapso que ha elegido e impone la sociedad occidental obliga a acometer urgentemente una serie de transformaciones en las que las mujeres tienen mucho que aportar.
En primer lugar es preciso cambiar la concepción del trabajo. La actividad de los seres humanos sobre la tierra, el trabajo humano, está siendo capaz de deteriorar nuestro hábitat hasta hacerlo inhabitable. Por eso es urgente revisar la concepción del trabajo como enfrentamiento y explotación de recursos naturales y personas. Debemos recuperar o construir unos modos de supervivencia respetuosos con la tierra y con las necesidades humanas en los que mujeres y hombres compartan las cargas y los beneficios de aquellas actividades que nos permiten vivir.
Frente al ciclo trabajo-ocio regulado por la producción y el consumo, la sostenibilidad supone tiempos de trabajo que respeten los ciclos de la vida, tanto los ciclos de regeneración del medio natural como los ciclos vitales humanos (procreación, infancia, vejez) o los ciclos diarios de actividad y descanso.
Es preciso distinguir trabajo y empleo, ya que en caso contrario, se convierten en invisibles todos los trabajos que no están monetarizados e incorporados al mercado laboral, como son especialmente los trabajos reproductivos y de cuidado realizados en su mayor parte por las mujeres (crianza, preparación de alimentos, atención a la enfermedad, a los ancianos o a la discapacidad...), en muchas ocasiones los trabajos de las comunidades de subsistencia y los trabajos de la naturaleza para el mantenimiento de la vida.
Esto lleva, por tanto, a considerar la economía del cuidado asignada a las mujeres como algo difícilmente mercantilizable. La finalidad de estos cuidados no es monetaria, sino que persigue aumentar la calidad de vida humana. Resultaría imposible pagar con salarios de mercado todo este trabajo. La explotación del trabajo de las mujeres y de los trabajos de la Naturaleza, son, por tanto, condición necesaria para la existencia del sistema capitalista.
El ecofeminismo, sobre todo en los países del Sur cuestiona la categoría occidental de pobreza. De acuerdo con lo que plantea Vandana Shiva (2005), el modelo de desarrollo basado en la economía de mercado, considera que las personas son pobres si comen cereales producidos localmente por las mujeres en lugar de comida basura procesada, transformada y distribuida por las multinacionales del agrobusiness. Se considera pobreza a vivir en casas fabricadas por uno mismo con materiales ecológicos como el bambú y el barro en lugar de hacerlo en casas de cemento y PVC.
Es propio también de pobres llevar ropa hecha a mano a partir de fibras naturales en lugar de sintéticas.Pero es que además, no es cierto que en las sociedades occidentales cada vez se viva mejor y seamos más ricos. Hemos aumentado la pobreza ambiental y social.
Vivimos en un entorno más contaminado, aumentan los casos de cáncer y las alergias de extraño origen, respiramos un aire más sucio, comemos alimentos regados con aguas contaminadas, abonados con productos químicos, producidos por animales enfermos y torturados, no tenemos tiempo para dedicar a las personas que queremos, trabajamos en cosas que no nos gustan, viajamos cada día mucho tiempo para llegar a nuestro trabajo, nos vemos obligados a pagar hasta para que los niños jueguen y la mayor parte de la población vive endeudada con los bancos.
Para Shiva, el desarrollo occidental, que califica de "mal desarrollo" frente a las economías de subsistencia, va asociado a un crecimiento económico y el aumento de la productividad basados en la destrucción la naturaleza y en la explotación de la mujer para producir vida, bienes y servicios para satisfacer las necesidades básicas.
La productividad y crecimiento ilimitado, presentados como positivos en sí mismo, progresistas y universales son en realidad patriarcales, destruyen el medio ambiente y generan enormes desigualdades entre hombre y mujeres.
Por tanto, el camino hacia la sostenibilidad implica librarse de un modelo de desarrollo que lleva a la destrucción.
El ecofeminismo es un movimiento activo y solidario en las luchas de resistencia mundiales al modelo de progreso y bienestar que impone la globalización y que se basa en la maximización de beneficios monetarios a corto plazo, aunque sea a costa de la salud de las comunidades humanas y de los ecosistemas.
La sostenibilidad sólo se puede alcanzar en una sociedad que incorpora y da valor a los saberes y trabajos de las mujeres que, por haber estado muy cercanas a las condiciones materiales de subsistencia, han desarrollado trabajos y habilidades que les hacen estar más adaptadas para caminar hacia ella.
El proyecto ecofeminista debe pues centrarse en la organización económica y política de la vida y el trabajo de las mujeres y plantear alternativas viables al modelo desarrollista responsable de la crisis ecológica que pasan por la mejora de las condiciones de vida de las mujeres y de los pobres.
La sostenibilidad se basa en la autosuficiencia, la descentralización, la complejidad y la autoorganización. La vida, los ecosistemas, son una estrategia de autoorganización, a través de la cual se buscan los equilibrios, las sociedades humanas sostenibles no son ajenas a esta estrategia. Para alcanzar la sostenibilidad resulta ineludible superar la solución individualizada de los problemas y necesidades, por lo que sostenibilidad y salud comunitaria van de la mano.
En este contexto, la inteligencia colectiva es una estrategia capaz de generar alternativas y construir un nuevo espacio de supervivencia. Los procesos de reflexión y actuación que involucran al conjunto de la sociedad proporcionan una ventana para soñar e inventar un modelo de organización social y económica que encare la crisis que ha causado vivir de espaldas a la Naturaleza y al resto de las personas.
La recuperación del principio femenino permite trascender los cimientos patriarcales del mal desarrollo y transformarlos. Permite redefinir el crecimiento y la productividad como categorías vinculadas a la producción —no a la destrucción— de la vida. De modo que el ecofeminismo es un proyecto político, ecológico y feminista a la vez, que legitima la vida y la diversidad, y que quita el sostén al conocimiento y la práctica de una cultura de la muerte que sirve de base solamente a la acumulación de capital.
Por Yayo Herrero
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