Y se fue a donde un cura, quien le dijo era pecado / y muy pronto un abogado le habló de lo legal, / y fue el profesor de ciencias / quien le hablo de la inconciencia / de la juventud actual. / Fernando Ubiergo.
"No debí nunca tenerte," le gritaba María Luisa a su hija de 15 años que llorosa la miraba desconcertada, porque no entendía el odio que irradiaba su madre en sus gritos. ¿Qué había hecho ella para no ser querida? se preguntaba, mientras en lo único que soñaba era en crecer e irse lo más pronto para no ver la mirada de rabia de su madre.
María Luisa no era una mala mujer. En general era atenta con la gente, solícita y hasta generosa, pero cuando perdía el control con su propia y única hija, se transformaba en un ser francamente despreciable. Si no se conocía la historia de Maria Luisa no podía entenderse de ninguna manera esa disociación que parecería existir entre la gentil señora y la madre desnaturalizada que le gritaba cosas impublicables a su hija adolescente. Y es que aunque la hija no lo sabía, ella fue concebida en alguna de las reiteradas ocasiones en que el patrón de la casa donde empezó a trabajar cuando llegó de la provincia violaba a su madre.
He recordado este episodio en estos días en que en diferentes países vuelve a ponerse en el tapete la despenalización del aborto. Nuevamente algunas voces se alzan acusando a quienes están a favor, incluso sólo en causales tales como la violación o malformaciones genéticas, de promotoras de la muerte. Al posicionar la idea de que se promueve el aborto, se coloca una dicotomía entre los supuestos defensores de la vida y las supuestas promotoras de la muerte, y a nadie le gusta la idea de que se promueva la muerte, sobre todo cuando se coloca imágenes de fetos "indefensos".
Es importante por tanto aclarar que nadie, ninguna persona o ninguna institución a favor del aborto lo está promoviendo. El aborto existe, es una realidad en Perú en donde alrededor de 370 mil mujeres abortan cada año, cifra que alcanza en 13 países de América latina, incluyendo Brasil, a seis millones de mujeres. La mayoría aborta en condiciones inaceptables que ponen en grave riesgo su salud, siendo en muchos casos los abortos mal practicados una de las principales causas de muerte de mujeres embarazadas.
Entonces plantear la despenalización del aborto no es precisamente estar a favor de la muerte, sino de la vida de esas miles de mujeres que se ven obligadas a recurrir a prácticas nocivas, clandestinas para evitar un embarazo no deseado, mujeres sobre todo pobres que no podrán acceder a una interrupción del embarazo en condiciones adecuadas y recurrirán en su desesperación a algún lugar que quizá vieron en los anuncios de "regulación menstrual" comunes en postes del centro de Lima. Despenalizar el aborto implica disminuir el dolor que para muchas mujeres les significa verse ante la situación de un embarazo que no han buscado, despenalizar el aborto es darle la oportunidad a las mujeres de no tener que vivir situaciones traumáticas, angustiantes y de traer al mundo hijos e hijas deseados, amados, esperados, porque, como lo señala la psicóloga Isabel Lucioni:
"Si no hay deseo y preparación para dar existencia al bebé, éste es un peso insoportable cuya presencia producirá llagas inevitables en la humanización, en la constitución subjetiva del chico y en la vida de los padres, aunque sea la llaga de la resignación" (1)
Porque es el amor del padre y sobre todo de la madre, como lo señala la autora mencionada, la condición imprescindible para la humanización y si lo que se refleja en una madre es odio ¿qué clase de persona serán sus hijos, sus hijas? Y eso en el caso de que decida criarlos, porque no hay que olvidar que los orfanatos, las aldeas, las calles de nuestras ciudades están poblados de niños y niñas que han sido abandonados, que no tienen ningún soporte afectivo, de nadie, ni de la iglesia, ni del Estado, ni de los políticos que, haciendo uso de su poder en los gobiernos y parlamentos, se oponen a la despenalización.
Oponerse a despenalizar el aborto sin proponer nada sale barato. Es bastante cómodo imponerle a las mujeres, incluso a las que no profesan determinadas religiones, las ideas y los preceptos morales de quienes sustentan el poder, porque el control del cuerpo de las mujeres, concebidas como recipientes sin derechos, es también un asunto de poder. Según esta mirada, las mujeres embarazadas no tienen derechos sobre sus vidas, pues se superpone la vida del concebido sobre la vida de la madre, por ello no importan todas las estadísticas que dan cuenta del alto índice de mujeres que mueren a raíz de abortos mal practicados.
En realidad, quienes están por la despenalización del aborto tienen mayor preocupación por la reducción de la muerte, que quienes se oponen, a quienes no les importa la muerte de las mujeres. Hay que agregar que, en buena parte, muchos también se oponen a la información sobre anticoncepción, a la píldora del día siguiente, a cualquier cosa que posibilite que la mujer en edad reproductiva tenga decisión sobre su sexualidad. Es interesante señalar también que aunque algunos que dicen en estos casos defender la vida, mantuvieron bien cerrada la boca cuando se masacraba, se desaparecía a pobladores y pobladoras indígenas y se violaba a las mujeres en el sasachacuy tiempo y nada dicen de los feminicidios que llenan las paginas de los policiales.
Por otra parte, estaremos todos y todas de acuerdo en que interrumpir un embarazo no es nunca una decisión fácil, sobre todo en nuestros contextos donde la maternidad se nos presenta desde muy niñas como nuestro destino inexorable, y que cuando se la toma ha sido luego de bastante reflexión, angustia, lagrimas y seguramente culpa. Entiendo perfectamente que quienes por profesar una religión no quieran hacérselo, sin importar como hayan quedado embarazadas, lo que no entiendo es porque la visión de un grupo determinado tiene que imponerse a otro que no tienen la misma visión de las cosas. No debería un Estado en una real democracia posibilitar que toda la ciudadanía goce de los derechos aún cuando no vayan a ejercerlo.
Lo que más resulta incomprensible es la oposición a que se interrumpa un embarazo producto de una violación o cuando se sabe a ciencia cierta que el concebido nacerá muerto, o tiene muy pocas posibilidades de vivir, como sucedió en el caso de una muchacha peruana de 17 años que fue obligada a continuar un embarazo de un feto con anencefalia, malformación incompatible con la vida, el cual murió a los cuatro días de nacido como se sabía que sucedería. Este caso fue llevado ante el Comité de Derechos Humanos de Naciones Unidas, que falló a favor de la chica, señalando que se había violado sus derechos al negársele el acceso a un aborto seguro.
El embarazo producto de una violación es otra de las causales para la despenalización que está en discusión en estos días y que se trata también de un problema de vida, pues es inimaginable la vida que puede tener una mujer devastada por una violación, más aún cuando se la revictimiza y se la obliga a llevar en su vientre durante nueve meses el fruto de ese terrible episodio. Esther Romano, médica especialista en psiquiatría y medicina legal, dice al respecto:
"Sabemos que el trauma de la violación, con sus consecuencias psíquicas, físicas y sociales, provoca desequilibrios severos que, de constatarse un embarazo, resultan aún más devastadores. El violador, intruso del que no se había podido huir, se instala en los recovecos del propio cuerpo. El feto, doble siniestro, es equiparado con un mensajero de la muerte." (2)
Quienes nunca han tenido que escuchar los gritos de una mujer y su rabia permanente por una hija no deseada, ni consolar a una mujer que fue violada o ayudar a no morir a otra cuando la desesperación la llevó a cualquier lugar a intentar liberarse de la angustia, quienes nunca han visitado un orfanato y mirado la desolación de los niños y niñas esperando que alguien los quiera, quienes no han acompañado a una madre que siente que envejece y no sabe quien cuidará a su hijo que no se mueve, que no pudo ni podrá nunca atenderse solo, o visto en las madrugadas frías a niños absorber el terokal para perderse, serán los más acérrimos enemigos de la despenalización, porque aunque algunos y algunas están en contra del aborto y actúan en total coherencia con ello, siendo capaces de adoptar, por ejemplo, a un niño con serias malformaciones, para una gran mayoría es un asunto de control de la sexualidad de las mujeres y de poder, de la vida en abstracto, mientras mujeres mueren y niños y niñas sobreviven sin que haya programas y políticas dirigidos a protegerlos y proporcionarles una vida digna, pues sin dignidad no hay vida. De esto se trata y eso es lo que debería imponerse al final de cuentas.
Notas:
(1) Embarazo no deseado es violación", Página 12, 10 de octubre del 2009
(2) "Intruso en el propio cuerpo" Página 12, 27 de septiembre del 2007
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Publicado por La Ciudad de las Diosas para La Ciudad de las Diosas
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