sábado, 14 de noviembre de 2009

La mujer en los medios. Presencias y Ausencias

En los últimos días y en general a lo largo de los últimos meses, hemos sido testigos de la aparición en la prensa de mujeres protagonizando situaciones que rompen con el patrón esperado socialmente para su género – de bondad y abnegación, sumisas, pasivas – y más bien profundizan el estereotipo de las mujeres malas, colocando a las mujeres en una dicotomía maniquea, pues las mujeres o son muy buenas, tipo santa Teresa de Calcuta, o son malas, remalas, discípulas de la Eva que sedujo al pobre Adán y causó la expulsión del paraíso.


Acciones criminales como el reciente caso de la mujer que asesinó a martillazos al esposo para cobrarse los engaños, el maltrato permanente al que era sometida – "Eres una ignorante de m… No vales para nada, eres una mujer de m… No vales nada, tú qué hablas si eres una fracasada, me dijo" dice en su testimonio – son presentadas en primeras planas, con grandes titulares que provocan pararse en cualquier esquina para rápidamente revisar la noticia. En otros casos, la prensa no escatima detalle al presentar a mujeres que tras una ruptura amorosa no cuentan con los recursos emocionales para enfrentarla y buscan consuelo en la botella, al igual que muchos hombres, y al igual que muchos de ellos protagonizan escándalos públicos y agreden, como el caso de la trabajadora de la procuraduría que fue castigada con el despido por sus actos, o mujeres acusadas de asesinar a otras, como el caso de Abencia Mesa, Eva Fefer o Liliana Castro. ¿Cuántas acciones similares realizadas por hombres tienen la misma preocupación de los medios?

La diferencia es significativa cuando se trata de una mujer. El revuelo en la prensa es mayúsculo, se procura contar detalladamente los sucesos, indagar en las razones por las que se habrían producido, se expone sin tapujos las vidas de las protagonistas y sus miserias. No hay ni escrúpulos, ni compasión, como si merecieran no sólo el castigo que les corresponde por hecho o por la trasgresión de las leyes, sino la sanción pública, ser juzgadas por la moralina ciudadana, estar en la boca de todo el mundo. En el caso de las mujeres, los medios se transforman en el gran tribunal que abre las puertas al juicio y a la sanción para luego, una vez pasado el momento, desaparecer la noticia, hasta el próximo indicio que pueda generar un nuevo escándalo que acreciente la puesta en escena de la "maldad" de las mujeres, que profundice la rabia, el desprecio, transformándolas en lo que Julia Kristeva denomina lo abyecto: "aquello que perturba una identidad, un sistema, un orden. Aquello que no respeta los límites, los lugares, las reglas" (1). Precisamente estas mujeres convertidas en objetos públicos, al traspasar los límites nos increpan sobre el orden de género establecido, lo ponen en cuestión de la manera más dura, demostrando que las mujeres no tenemos que ser siempre sumisas, devotas, bondadosas, sino que somos también capaces de crímenes atroces, muchas veces porque no tenemos otros recursos para afrontar el maltrato y el desprecio a las que somos sometidas.

En contraposición a este gran despliegue comunicacional, cuando somos nosotras las víctimas, apenas nos merecemos un par de columnas o una pequeña nota en el interior de los diarios. Tal fue el caso, por ejemplo, de la información proporcionada por el Ministerio de la Mujer y Desarrollo Social, que da cuenta que en lo que va del año 116 mujeres han sido asesinadas, en su mayoría por sus parejas, ex parejas u hombres que conocían. A ello hay que agregarle la cifra de 45 tentativas que no lograron su objetivo. La mayoría de las víctimas son mujeres jóvenes, el 55 por ciento de 18 a 35 años; un 21 por ciento adultas, de 36 a 59 años; el 11 por ciento adolescentes, de 12 a 17 años. Este último dato nos increpa profundamente en relación a cómo las mujeres desde temprana edad se ven expuestas al riesgo de ser asesinadas. No hubo primeras planas, ni ríos de tinta, en los diarios hoy ya se perdió la noticia. Es así como se invisibiliza la experiencia, las vivencias de las mujeres, la violencia de género, y se pierde la oportunidad de colocar en el debate público de una manera seria esta problemática así como de exponer todas las formas de violencia y degradación que sufrimos las mujeres y que se tratan tan mal en los medios, donde las cifras de feminicidios son sólo un dato más, o donde una situación emocional que termina en una borrachera y en violencia hacia una policía se convierte en una especie de entretenimiento.

No aparece tampoco en las primeras planas de los diarios ni es objeto de una campaña sostenida de concientización el alarmante incremento de la explotación sexual infantil que, como lo señala María Teresa Mosquera, directora de la ONG Acción por Los Niños, sigue creciendo al ritmo que disminuye la edad de las niñas sometidas a estos abusos, que ha pasado de 15 a 11 años. Sólo estos dos hechos merecerían unas cuantas primeras planas durante un buen tiempo.

Y qué decir de las mujeres que también son transgresoras del orden de género, esta vez en positivo, que día a día luchan por seguir adelante, que han roto el silencio de sus pueblos, que luchan por la sobrevivencia y contra la invisibilidad, como Anoshka, lideresa indígena, presidenta de la comunidad nativa de Masenawa, quien con fuerza, con emoción, en una reunión con representantes de la HUNT Oil realizada en Salvación, Madre de Dios, dice que acompaña la posición del No de su comunidad a la presencia de la petrolera: "La última flecha voy a lanzar, donde yo vaya, jamás, nunca voy a rendirme, hasta morir." (2) Su voz segura no se ha escuchado en los reportajes televisivos, ni sus palabras han traspasado los ríos para volcarse en la prensa limeña. Ella, mujer dispuesta hasta dar la vida por su pueblo, no merece una línea en los diarios.

Los ejemplos de mujeres que día a día aportan al país son muchos y no tienen eco en la gran prensa. Sus triunfos y sus propuestas son silenciados. Ni un gran medio ha hecho un reportaje sobre las cuatro jóvenes investigadoras ganadoras del Premio Franco Peruano "Francois Bourricaud" para la investigación peruana en Ciencias Humanas y Sociales 2009, cuyo Primer Puesto fue ganado por Anahí Durand por su tesis "Senderos que no se bifurcan: movilización y representación en los productores cocaleros del Perú". Pese a que sean investigaciones que sin duda aportarán a una mejor comprensión de los procesos políticos, del país, de su historia, de la experiencia que viven peruanos y peruanas en diferentes lugares del país, estas trangresiones positivas al orden de género establecido no venden, no crean morbo, sin embargo, pueden realmente mover la ideología patriarcal al presentar mujeres con grandes potencialidades. Por ello quizá es que hay que mantenerlas invisibles, no vayan a resultar contagiosas.

Qué gran perdida de oportunidades, en la medida en que estas imágenes positivas de mujeres aportando día a día a la construcción del país pueden resultar claves para modificar los estereotipos de género, valorar a las mujeres, liberarlas de la dominación de la que son objeto, y al mismo tiempo aportar a que los hombres se liberen también de las estructuras mentales en que anida la dominación de género y la mirada subalterna que tienen de las mujeres. Muchas, muchas primeras planas se requiere, el compromiso de los medios masivos de comunicación es imperativo para presentar imágenes de mujeres que luchan, creen, crecen, aportan, sonríen, mujeres comunes, ni malvadas ni heroínas, ni sumisas ni devotas, sólo mujeres que luchan y aportan a su país. ¿Para cuándo entonces unas cuantas primeras planas?

Por Rosa Montalvo Reinoso

Notas

(1) Julia Kristeva (2004) Poderes de la perversión , Siglo XXI editores, quinta edición.
(2) http://desiertoeneldesierto.blogspot.com/2009/10/indigenas-amarakaeris-desalojan-empresa.html

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